martes, 1 de abril de 2008

HISTORIA

La palabra Lepra, de origen griego, fue utilizada para describir diversas lesiones en la piel de aspecto escamoso y ulcerativo. Durante toda la historia de la medicina han surgido múltiples términos para designar las mismas lesiones en diferentes culturas:

Árabe: Dal-fil, China: lai, Hawai: mai-pake, Hebrea: Tsara’ath, Hindu: vat-ratka, Islandia: likprar, Japón: tsumi, Malayos: kusta

También ha tomado otros nombres de acuerdo a diferentes países, culturas y épocas históricas como “mal de San Lázaro”, malum mortuum, ladrérie, mal de loup, mezaelerie, alborozo, alvaraz, guafem, landre, hanseniasis virchowiana, gafedad, mal rojo de Cayena, enfermedad de Crimea y gangrena seca y a quien la padece se le ha denominado leproso, lazarino, lazaroso, malatos, manetas, gafo, cagot, cacot, colliberts, crétins, gavaches, agotes, homines de lége, crestats, kakods, ladres, metsorá o mesel.

La lepra ha acompañado a la humanidad desde hace miles de años y ha sido considerada como una de las más despreciables y temidas enfermedades y quien la padece ha sido confinado al aislamiento. Su origen se cree que fue en la India alrededor del año 600 a.C., por descripciones en las obras de Susruta y Charaka, dos médicos hindúes. De allí se propagó a China donde se menciona en los Anales de Confucio, posteriormente aparece en Japón y Hawai. Los soldados de Alejandro Magno la llevaron a Grecia y África, lo propio hicieron las tropas de Pompeyo cuando ingresaron a Roma en el año 62 a.C. después de la campaña en el Asia Menor. Por su parte, los Vikingos propagaron la enfermedad desde Inglaterra hasta el Norte de Europa y fue traída a América por los españoles, portugueses y esclavos del África Occidental. Este recorrido es denominado como “la ruta histórica de la lepra”.

El origen de la enfermedad se asoció con la corrupción de cuerpo y alma, con el pecado, era un castigo divino, como lo ilustran el libro del Levítico y el Pentateuco.

Libro del Levítico 13, 1-2.44-46:
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Cuando alguno tenga en la piel un tumor, una úlcera o mancha reluciente, y se le forme en la piel una llaga como de lepra será llevado al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos sacerdotes. Se trata de un leproso, y el sacerdote lo declarará impuro. El leproso llevará las vestiduras rasgadas, los cabellos revueltos y la barba rapada, e irá gritando: “¡Impuro, impuro!” Mientras le dure la lepra, será impuro. Vivirá aislado y tendrá su morada fuera del campamento».
El Rey Uzías de Juda fue castigado con Lepra por revelarse contra Jehová, fue despojado de su poder y se le negó su entierro en cementerio de Reyes. El Nuevo Testamento trata a los leprosos más amablemente pero aún así eran aislados de la comunidad, y aparecen varios leprosos que son sanados por Jesús al arrepentirse de sus pecados, dándole continuidad al concepto de enfermedad religiosa en el cristianismo por muchos siglos.
Las primeras descripciones en Europa son hechas en el Corpus Hippocraticum donde se confunde con enfermedades tales como la psoriasis, eczema y otras dermopatías. Celso, escritor romano, describe la elefantiasis graecorum como una enfermedad crónica, que afecta todo el cuerpo incluyendo huesos y causando amputaciones en los dedos y que debía diferenciarse de la elefantiasis de los árabes.
Areteo de Capadocia, médico de principios del siglo II, la llamó leontiasis por el aspecto de facies leonina que adoptaba el rostro y las destrucciones óseas e impulsado por las descripciones hechas por Hipócrates. Fue el primero en describir las formaciones nodulares en la piel que llamó “Tubérculos”.
El árabe Abulcasis describe cuatro variedades de lepra: leonina, elefantina, serpentina y vulpina. Sus descripciones sobre la alopecia, la pérdida de voz, las úlceras corporales, la destrucción de la nariz y la destrucción de extremidades son muy precisas. Otra descripción clásica de la lepra se le atribuye a Gilberto Anglicus famoso médico que participó en la III cruzada en su texto “Compendium medicinae”.

La lepra se convirtió en un problema de salud pública y ante el desconocimiento de la etiología de la enfermedad y el temor del contagio, se crearon leyes que obligaban a denunciar ante las autoridades a todos los infectados, éstos eran aislados y considerados muertos en vida. Estas medidas al parecer tuvieron un efecto contrario al deseado porque los enfermos se escondieron ante el riesgo de ser separados de sus familias y que se les quitaran sus propiedades, lo que ocasionó un contacto más prolongado con personas sanas. Fue tan grande el pánico ante la enfermedad, que en algunos testamentos de la época se solía incluir una cláusula que decía: “Quienes no cumplan esta voluntad sean destrozados por la lepra”, era el peor castigo y la mayor maldición que se le podía desear a cualquier persona.
La Iglesia Católica solicitó al Concilio de Ancyra, realizado en 314 d.C., dictar regulaciones sobre los leprosos, los cuales fueron definidos como personas sucias, corporal y moralmente. Por disposición de los Concilios de Orleáns, año 459, y de Lyón, año 583, se empezaron a construir hospitales para Leprosos en Europa, denominados Lazaretos y con ellos se crearon diferentes Órdenes como las de San Lázaro y San Juan de Jerusalén para ayudar a cuidar a los enfermos.
Escudo de la Órden de San Lázaro

En el año de 1200 surgen San Francisco de Asís y Santa Isabel de Hungría como los dos grandes defensores de los leprosos, curaban a los enfermos con sus propias manos sin ningún temor y Santa Isabel sería adoptada como patrona de los leprosos.

Santa Isabel de Hungría

En la Edad Media Europea, la mejor descripción de la lepra la realizó Guy de Chauliac, médico de los Papas, en su obra “Inventarium sive Collectorium Partis Chirurgicallis Medicinae”, texto médico, publicado en 1363: “sus cejas y párpados hinchados, caída de las cejas y pestañas reemplazadas por pelos más finos. Tabiques nasales ulcerados, voz nasal, pústulas en cara. Tenían adelgazamiento de los músculos de la mano, sobre todo en el pulgar, se quejaban de enfriamiento de las extremidades con erupciones, insensibilidad de las piernas con ulceraciones en la piel”. Afirmaba que la lepra se adquiría principalmente con las relaciones sexuales y que debía considerarse como altamente contagiosa.

En 1546, Girolamo Fracastoro, médico Italiano y padre de la epidemiología, en su trabajo “De contagione et contagiosis morbus et curatione” describió diferentes tipos de enfermedades contagiosas y la manera en que se transmitían. Fracastoro suponía que las infecciones pasaban de una persona a otra por medio de pequeños cuerpos capaces de autorreplicarse, lo que ayudó a sustentar la necesidad de aislamiento para los enfermos. Durante esta época surgen diferentes pruebas para realizar el diagnóstico de la lepra. Una de ellas consistía en extraer sangre y filtrarla a través de una tela especial, en caso de ser lepra quedaban sobre la tela unos corpúsculos blancos y brillantes. También se mezclaba sangre con aceite y si la sangre presentaba un aspecto “cocido” el enfermo era declarado como leproso. Se frotaba sangre sobre la palma de la mano y si daba la impresión de estar seca la prueba se consideraba como positiva. Otra prueba reconocida era acostar al paciente sobre una gran losa de mármol, el frío incrementaba por vasoconstricción las manchas leprosas e incrementaba la anestesia cutánea de las zonas afectadas. Se establecieron rituales o ceremonias para el enfermo después de ser diagnosticado como leproso denominadas Separatio Leproso Rum. El sacerdote iba a la casa del leproso le dirigía unas palabras de consuelo donde le decía que su enfermedad del cuerpo le serviría para obtener la salvación del alma y alcanzar la vida eterna, le rociaba agua bendita y era conducido a la iglesia donde el leproso se arrodillaba y oía la misa con devoción. Al terminar la Eucaristía era rociado nuevamente por agua bendita y conducido al lugar que se le había asignado para ser recluido. El cura al despedirse le leía las conductas a seguir en dicho lugar haciendo énfasis en las prohibiciones y la indumentaria que debía llevar. En algunos leprosarios se les exigía hacer votos principalmente el de obediencia.

En 1856, en Noruega, se detectaron 2.858 casos de lepra, lo que representaba una prevalencia de 2 casos por cada 1.000 habitantes, y no fue sino hasta 1873 cuando Gerhard Henrik Armauer Hansen, médico Noruego, identificó el organismo causante de la enfermedad, Mycobacterium leprae, también conocido como bacilo de Hansen, el cual aisló de muestras tomadas de lepromas, trabajo que publicó en 1875 con el nombre de “On the etiology of leprosy” lo que demostraba que el origen de la lepra era infeccioso.

Gerhard Henrik Armauer Hansen

Mycobacterium leprae

En 1897 se dicta la primera Conferencia Internacional de la Lepra en Berlín donde se proponía el aislamiento estricto como único medio para impedir la rápida propagación de la enfermedad y la notificación obligatoria de todo caso detectado.

El primer tratamiento conocido para la lepra fue con el producto derivado de los frutos de Taraktogenous kurzii e Hydnocarpus antihelmintica, una planta nativa de la India, y conocido como el aceite de chaulmoogra o de ginocardio. Se popularizó su uso intralesional, técnica conocida con el nombre de plancha, y fue comercializada por diferentes laboratorios entre ellos BAYER con el nombre de ANTILEPROL® hasta el año 1951 cuando se abandonó su uso por la pobre eficacia demostrada.

Aceite de Chaulmoogra

Desde 1941 se inicia el tratamiento con Sulfona, gracias a los reportes de Guy Faget y Hillary Ross en Carville y John Lowe en Nigeria quienes demostraron que era la forma más activa contra el bacilo, menos tóxica, más fácil de sintetizar y podía administrarse por vía oral, y desde entonces el D.D.S. (Diamino – Difenil – Sulfona) o dapsone fue utilizado como medicamento de elección.
En 1960 Charles Shepard demostró que el bacilo se podía cultivar en la almohadilla plantar del ratón lo que permitió realizar pruebas de sensibilidad y resistencia a las drogas. En 1968 Waldemar Kirchheimer y Eleanor Storrs, lograron reproducir la enfermedad en el armadillo de nueve bandas (Dasypus novemcinctus) lo que se constituyó en un gran avance en el estudio biológico de la micobacteria. Desde 1964 se hizo necesario la búsqueda de tratamientos alternos y no fue sino hasta 1981 cuando se inició la terapia multidroga con tres medicamentos: Rifampicina, dapsone y clofazimine con tasas de curación de más del 80%. Otros medicamentos que son utilizados en la actualidad incluyen la ofloxacina y la claritromicina.

Actualmente se detectan 900.000 casos nuevos por año y se calcula que existen más de 7 millones de enfermos en el mundo, siendo la India el país más afectado con el 80% de la concentración de enfermos en el mundo. En 1999 la Organización Mundial de la Salud dio inicio a la Alianza Mundial para la Eliminación de la Lepra con el objetivo de erradicar la enfermedad definitivamente antes del año 2005, objetivo que no ha sido cumplido.

No hay comentarios:

ARCHIVO